Por el Dr. Carlos Tórtora
El inminente lanzamiento de la candidatura presidencial de Hermes Binner se explica en el contexto del proceso de fractura que se está produciendo en el campo de la centroizquierda. Coincide, por ejemplo, con la flamante escisión entre las Madres de Plaza de Mayo, atadas a la caja del Estado que las convirtió en empresarias, con Adolfo Pérez Esquivel, la Línea Fundadora de las Madres y otras entidades que eludieron el abrazo del oso kirchnerista. Lo que está ocurriendo en el campo de los derechos humanos también converge con la crisis de la CTA y el triunfo del crítico Pablo Micheli sobre el oficialista Hugo Yasky, en lo que es un firme movimiento de alejamiento de la Casa Rosada. En el campo económico, si en algo coinciden los economistas de Proyecto Sur, el GEN y el Socialismo, es en que los riesgos de ajuste aumentan. Si el kirchnerismo consigue su tercer turno, tendrá que hacer frente a la necesidad de reducir el gasto público, el festival de los subsidios, sincerar tarifas y corregir además el atraso cambiario. Es difícil pensar que todo esto no afecte la capacidad adquisitiva y los niveles de consumo. Con esta perspectiva, no es de extrañar que la centroizquierda quiera ahora tomar distancia del kirchnerismo en su etapa terminal.
Obsesivo
A partir de que llegó a la Casa Rosada el 25 de mayo del 2003, Néstor Kirchner fue obsesivo en conseguir dos objetivos políticos. El primero fue controlar personalmente el aparato del PJ bonaerense a través de un bypass a la gobernación, haciendo que los intendentes recibieran financiamiento directamente desde la Casa Rosada. El segundo fue evitar que lo corrieran por izquierda. Para lograr esto, el gobierno cooptó política y económicamente a las Madres y a cientos de dirigentes de izquierda, que pasaron a ser funcionarios públicos. Su agresividad contra los militares se debió principalmente a este marketing.
Viendo la potencialidad del movimiento piquetero, Kirchner lo convirtió en la milicia social K y trató por todos los medios de evitar el crecimiento de los piqueteros de la Corriente Clasista y Combativa (CCA), no controlados desde Olivos. La misma política se utilizó para que los movimientos indigenistas, con Milagro Sala a la cabeza, se convirtieran en organismos paraestatales. En las presidenciales del 2007, CFK se movió cómoda con el voto de centroizquierda, por la sencilla razón de que todos los demás candidatos estaban a su derecha.
En el Congreso, a su vez, la centroizquierda mostró sus diferencias con el gobierno, pero en las leyes claves -Medios, Matrimonio Igualitario, Consejo de la Magistratura, etc.-, Solanas, Stolbizer, Juez y Giustiniani siempre terminaron apoyando los proyectos del Ejecutivo.
Con la muerte de Kirchner estos malabarismos políticos se fueron agotando. CFK se encerró en el palacio con su guardia pretoriana de La Cámpora y se ocupó poco y nada de negociar con sus aliados de centroizquierda. Las fisuras entre ésta y el kirchnerismo se fueron así profundizando hasta que el escenario electoral mostró las nuevas oportunidades.
El árbitro del ballotage
Es obvio que el frente que se prepara a encabezar Binner no aspira a ganar las elecciones y ni siquiera a llegar a la segunda vuelta. Pero la nueva entente de centroizquierda sí podría restarle al gobierno varios puntos, compuestos por votantes disgustados con la corrupción y el autoritarismo K y sus ejemplos concretos, como el escándalo Schoklender-Bonafini.
Enviarla a Cristina a una difícil segunda vuelta no sería un objetivo deportivo para Binner. En ese cuadro, él podría convertirse en el árbitro del ballotage, negociando con el gobierno el apoyo que le permitirá a CFK no mudarse de Olivos por cuatro años más. De paso, el nuevo proyecto presidencial reforzaría las chances de que Luis Juez gane la gobernación de Córdoba el 7 de agosto y que el delfín de Binner, Antonio Bonfatti, haga lo propio en Santa Fe el 24 de julio.
Aparentemente, Cristina cometió con Binner el mismo error que Ricardo Alfonsín. Ambos habrían supuesto que el santafesino en realidad sólo amagaba con postularse.
Daños colaterales
En lo inmediato, el lanzamiento de Binner produciría algunos daños colaterales. En Buenos Aires, por ejemplo, el nuevo frente de centro izquierda podría debilitar seriamente a la ya alicaída colectora de Martín Sabbatella, un anzuelo lanzado para atraer votantes progresistas. La capacidad de captación de Graciela Ocaña como primera diputada nacional del acuerdo Alfonsín-De Narváez también podría sufrir el impacto. ¿Alcanzará también el efecto Binner para evitar que la elección porteña se polarice entre Mauricio Macri y Daniel Filmus? ¿Cuántos votos le costará a Alfonsín la aparición de la nueva candidatura?
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