miércoles, 29 de junio de 2011
La ley contra la violencia de género en un estado machista
Por Leonardo Fernández Acosta
La provincia de Formosa ha empezado a recorrer de manera lenta una readecuación de sus políticas de estado con una mayor perspectiva de género y promoción de derechos. Sin embargo estas políticas deberían ir acompañadas con una campaña de comunicación social para mayor difusión, concientización y empoderamiento de los principales actores.
En la sesión del 24 de junio La Legislatura provincial sancionó con fuerza de ley la adhesión a la Ley Nacional Nº26485 de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos que desarrollen sus relaciones interpersonales, pero esta circunstancia no fue acompañada con una campaña sensibilización de todos los actores sociales en pos de la reafirmación de una cultura de igualdad de oportunidades entre varones y mujeres.
Tanto, canales de televisión locales, como radios y otros medios de difusión en la órbita del gobierno provincial, exhiben programas, series, películas, propagandas que colocan a la mujer en los varios estereotipos de una sociedad machista. Económicamente explotadas, sometidas a la inseguridad física, blanco de denigración y de violaciones sexuales, de femicidios, despersonalizadas y denigradas, privadas de respeto, credibilidad y recursos.
El feminismo ha quedado atrapado entre dar más poder al Estado en cada intento de reclamarlo para las mujeres y dejar el poder ilimitado en la sociedad a los hombres. Entonces a pesar de las “nuevas leyes” sigue siendo masculino en el sentido feminista, puesto que la ley ve y trata a las mujeres, como los hombres ven y tratan a las mujeres.
Formosa dio los primeros pasos al crear la Secretaria de la Mujer por Decreto Nº 56- en febrero de 2007 para trabajar precisamente desde la institucionalización de la Perspectiva de Género y mejorar las condiciones de la mujer formoseña. Convergen en ese mismo sentido la Ley Nº 191 del menor y la ley Nº 1160 de violencia familiar de esfera provincial pero la tarea debe ser acompañada con una fuerte política de difusión y posterior control de aplicación de las leyes.
Cuesta creer que en algunos estamentos de la sociedad y hasta en la justicia todavía hay personas que piensan que las mujeres son violadas por su manera de vestir y su forma de actuar y que las niñas son abusadas por descuido de sus madres. Esto lamentablemente y a pesar de que se siguen creando leyes, corrobora que las raíces estructurales y los patrones socioculturales de la normalización de la violencia contra mujeres y niñas han quedado prácticamente sin modificaciones en el sistema de administración e impartición de justicia.
La ley de Violencia y de educación sexual: ¿no es acaso reproducir el discurso que el Estado tiene para hablar de las mujeres, que solamente reacciona y legisla ante la evidencia de la mujer como ciudadana víctima?
Un estado que además que legisla en este sentido y comunica por los medios todo lo contrario ¿no genera en las niñas una imagen “cliché” para ser una mujer exitosa, la de una vedette voluptuosa devenida conductora de un programa periodístico?
¿Cuáles son los lugares habilitados para la verdad conferidos a las mujeres, el caño, la amante novia de alguien exitoso, la “renuncia” a la maternidad a causa/por el éxito, la mujer “quelohacetodo” tomando vitaminas? ¿Con qué pueden soñar las mujeres cuando ven televisión, dónde ponemos todos los sentidos? ¿Cómo se es por fuera de los papeles femeninos, como se es para el otro que espera, en relación, actuaciones femeninas? ¿Cómo se ejerce el poder que administra, crea y sostiene instituciones sociales desde una perspectiva de género?
Muchas dudas para resolver, en tanto quienes confían en que “A Patricia, a María, a Rosa o a la mujer que sea, ya no le pegarán más” solo ven que se enfrentarán a un aparato de justicia misógino e ineficiente y sin voluntad para protegerlas o ayudarlas.
“Si no se cumplen los requisitos básicos de la Ley, por más eficiente que esta sea, no será más que papel”, dijo Kerrie Howard de Amnesty Internacional.
Fuente: Catharine Mackinnon – Srio. Comunicación y genero UNLP
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